Las entidades financieras andan más pendientes de blindar sus reservas y de librarse de agujeros negros que de arrimar el hombro para ayudar a pymes y familias en apuros. El paisaje es dramático. Crece de forma alarmante el paro y desciende la confianza del consumidor, atenazado por el miedo, que circula a sus anchas. Ni el Santander, el primero de la zona euro en ganancias, con una excelente proyección internacional, está por la labor de que fluya el crédito hacia donde es más necesario.
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