Los indignados empiezan a ser tenidos en cuenta. Sus propuestas no se pueden obviar. Están pendientes de cada decisión, marcando distiancias. Lo mismo se cuelan en la junta del Banco Santander que ponen el grito en el cielo porque el bipartidismo reinante se niega a dar a conocer los nombres de las 3.000 fortunas defraudadoras con cuentas en Suiza.
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