La historia sumerio-hebrea de Caín y Abel es la escenificación de uno de los cambios más dramáticos en la historia no escrita de la humanidad: el paso del mundo nómada y pastoril al de la agricultura. Abel, el bueno, era el hermano pastor: Caín, el asesino, no sólo mata a su hermano convirtiéndose en criminal, sino que también representa el fin de una era.
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