En la estrecha casa de las palabras, en el vagar por sus diferentes estancias a la búsqueda del pan, del asidero, los poemas de Chantal Maillard se abisman hacia la intemperie del adentro. Y no se sustraen ni nos sustraen del dolor, como si tomaran directamente su fuerza y su verdad, por inversión, de la extrema fragilidad de unos hilos precarios, a un paso siempre de soltarse, diluirse en la madeja o romperse. Renuncian a tejer derechamente un estricto jersey de imágenes, regular y apretado, o una gran manta colorida que nos resguarde a todos del frío. Contienen, en su trazado, la ruptura que antecede al tejido.
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