No está todo hecho; más bien, en lo que respecta a la evangelización, nos queda mucho por hacer. Para empezar y para que nuestra evangelización sea realmente nueva conviene que la aceptemos y la vivamos como un verdadero reto, como un verdadero combate espiritual. Combate que necesita testigos de carne, capaces de recomponer desde Cristo, dentro y fuera de los marcos de la Iglesia, la estructura eclesial; capaces de enseñar a otros a llevar su existencia desde la caridad cristiana, a establecer «comunidades compañeras» y a vivir la experiencia de la fe en el marco de una vida evangélica común
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