Hay un fascismo duro, agresivo, transparente en su rudeza, y otro fascismo sonriente, de cuello blanco y corbata, emanación del poder económico que maneja el tinglado desde la sombra. Viejos y nuevos arios. Pero ambos participan de dos hechos fundamentales: conseguir un botín cada vez mayor, y situarse como elite que se coloca por encima de los demás. Y los demás somos nosotros.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados