El trabajo de Juan Cavestany, como director, y de David Azcano, en calidad de director de fotografía, ha ido encaminado a contrarrestar la penuria moral que experimentan los personajes y algunas situaciones sórdidas con un cuidado trabajo estético. Para ello se ha recurrido a ópticas anamórdicas y a una planificación elegante, con la cámara prácticamente siempre sobre el trípode.
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