A cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II es oportuno preguntarse si se trató efectivamente de un concilio eclesiológico. El artículo ilumina cómo la trayectoria teológica del Vaticano II va de la revelación (el misterio de la Trinidad y de la encarnación redentora) al mundo. El punto de convergencia es el misterio de Jesucristo tal y como se ofrece históricamente a los hombres en el misterio de la Iglesia. A partir de dicho enfoque se expone una hipótesis de estructura de la constitución Lumen gentium y tres de sus argumentos centrales (la sacramentalidad de la Iglesia, la �communio� como forma de la Iglesia, y su naturaleza mariana).
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