La voluntad que guió al hombre a producir sus primeras imágenes estuvo marcada por un sentido innato de magia y trascendencia. Contemplando la obra de un creador como Peret, somos partícipes del mismo espíritu que guió la mano del hombre del Paleolítico superior a realizar los primeros grafismos de los que la Humanidad guarda memoria. Todos los trabajos de Peret se carazterizan por una búsqueda constante de la unidad a través de la diversidad, de lo esencial más allá de lo anecdótico, de lo universal frente al localismo. Reflejan, en fin, la vieja disputa del hombre contra el tiempo; son imágenes qaue desafían la proverbial voracidad de Saturno. Desde sus efímeros soportes (un cartel, una imagen de identidad, la página de un diario...) imponen a la mirada su voluntad de perdurar, por encima del momento y su circunstancia. El alucinado poeta y pintor William Blake aseguaraba: "La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo". Las creaciones de Peret apuestan, sin duda, por una forma de concubinato entre lo efímero y lo eterno.
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