Hay obras gráficas que, a pesar de su contención formal y su sobriedad, se fijan en la retina del espectador, trascendiendo su mera función como soporte comunicativo. Su calidad intrínseca las hace perdurables más allá de su presencia pública -más o menos efímera-, paa instalarse definitivamente en el patrimonio visual colectivo. Este es el caso de la producción gráfica de Quim Nolla.
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