Son los primeros en ver la película, y muchas veces los últimos en cobrar. A ellos se les debe el inicio del filme, aunque pocos se lo agradecen, y casi nadie recuerda sus nombres. Empeñan sus vidas y sus mentes a cambio de poco reconocimiento y no pocos disgustos. Así es el trabajo de los guionistas, fabuladores, inventores de mentiras. Padres de variopintos personajes de todas las edades, sexos y condiciones que reconocen en el suyo una de las labores más bellas del cine, y eso recompensa casi todo.
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