Diez años marcan la diferencia entre los dos descubrimientos que más han contribuido a la egiptomanía. En 1912, el busto de Nefertiti, y en 1922, el de la tumba de Tutankamón. Juntos con las pirámides, estos nombres son los iconos imprescindibles de cualquier evocación del antiguo país de Isis y Horus. Curiosamente, ambos eran parte de la misma familia. El misterio de uno, es el enigma del otro...
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