En 1968, la Iglesia catalana vivía en plena crisis postconciliar. Los sectores más progresistas se sentían decepcionados porque no se habían producido los cambios que esperaban tras el Vaticano II. Los acontecimientos parisinos inciden sobre este contexto eclesial, marcado por la división y el influjo del marxismo. El artículo se centra en las reacciones de Alfonso Carlos Comín, El Ciervo y el clero representado por la revista Correspondència.
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