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Desnudando a Google: nacimiento de un imperio

  • Autores: Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña
  • Localización: Derecom: Revista Internacional de Derecho de la Comunicación y las Nuevas Tecnologías, ISSN-e 1988-2629, Nº. 10 (jun-agos), 2012
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • Yo empecé siendo un auténtico enamorado de Google y fui evolucionando hacia una posición profundamente crítica, porque ese Google que trataba de vendérsenos ha cambiado mucho. Aquellos que tenían 200 empleados no tienen que ver con los que hoy tienen 30.000. Hoy en día mucha gente se pregunta ¿Qué más da que sepan lo que hago? No somos terroristas como para estar escondiéndonos, pero debemos entender que la privacidad es un derecho fundamental en el que nos hemos ido interesando poco a poco: a medida que el asunto se ha tratado en los medios llevamos más cuidado. Pero aún así, estamos a años luz de países como Alemania, donde es sagrada.

      Muchos temen que si Google se ha de ajustar a este tipo de regulaciones, como exigimos todos los ciudadanos al resto de empresas e instituciones públicas, pueda desaparecer Google y con ello internet. Pero no será así. La compañía lleva años preparando el terreno que les garantiza la supremacía durante años: cada día se venden en el mundo 650.000 teléfonos que llevan el sistema operativo de Google, Android, de modo que ahora saltan también del ordenador al bolsillo. Lo están haciendo muy bien porque, dentro de un tiempo, tendrán también el monopolio móvil.

      Hay muchos internautas que no han sabido muy bien cómo entrar en la era digital y han hecho grandes estupideces. Subir las fotos de sus borracheras a Facebook, por ejemplo, es una tontería que dentro de diez años no se hará. ¿Con qué cara nos quedaremos cuando vayamos a una selección de personal y nos encontremos con que el jefe de recursos humanos tiene esas fotos en su monitor? Sin compartirlo del todo, cito al consejero delegado de Google, Eric Schmidt, que decía que muchos jóvenes querrán cambiar de nombre próximamente. La gente no es plenamente consciente, aún, de que estamos ante la mayor hemeroteca del mundo. Hay que preguntarse qué estamos usando, cómo lo estamos haciendo y por qué. Embarcarnos en una carrera de saltos sin plantearnos los riesgos significa vender nuestra esencia a esas empresas que viven de recopilar información. Podríamos arrepentirnos en un futuro muy cercano y ya no tendrá solución.


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