Muy largo es el camino recorrido desde que en los años ochenta se inició la tan debatida reforma de la atención primaria (AP), muchas cosas han cambiado, pero muchas otras parecen aferrarse con un inmovilismo irracional, sin que seamos capaces de adaptarlas a los tiempos, sin que consigamos para la medicina de familia ese avance tan necesario para satisfacer las necesidades formativas y sanitarias de la segunda década del siglo veintiuno en el que estamos imersos.
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