En la segunda mitad del siglo XVIII, la biblioteca del Convento Grande de San Francisco de la ciudad de México fue escenario de la experimentación realizada por un fraile, a quien se habían asignado las tareas de bibliotecario. Fray Francisco Antonio de la Rosa Figueroa, llevado por su celo religioso, emprendió el control de la biblioteca para evitar la herejía, aunque muy pronto sus afanes lo llevaron por los caminos de la organización bibliotecaria. Como resultado de sus esfuerzos, dejó constancia de valiosos instrumentos de organización que hoy son evidencia de un pasado de la biblioteconomía mexicana que aún falta desvelar. En este trabajo damos noticia de esos instrumentos de organización.
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