En los años 70, la dictadura y el cine de pura distracción hicieron buenas migas en Filipinas. El realizador Lino Brocka se propuso formar un público más crítico, tanto en el plano artístico como en el campo político. Éste fue un gran proyecto, que exigió combinar el espíritu subversivo y el conocimiento de los géneros en boga.
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