Cuando Pere Navarro, el líder de los socialistas catalanes, reclamó la abdicación del monarca, los dos principales partidos de este país se llevaron las manos a la cabeza intentando rebajar el fuego, pero la mecha había prendido ya con anterioridad. Para colmo, la imputación de la infanta Cristina en el caso de corrupción que afecta a su esposo suma un nuevo capítulo de incertidumbre para una institución que, pese a la transparencia que precisamente ahora reclama para sí, sigue manteniendo unos tics demasiado relacionados con tiempos pasados. Solo los Príncipes de Asturias se mantienen al margen.
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