Quedó prendado del protagonista de su ensayo cuando leyó su breve obituario en 2008. Hasta entonces, Albert Cossery, escritor egipcio de dos frases semanales para un total de ocho novelas y residente en la misma habitación de un modesto hotel parisino desde 1945, amén de amigo de Camus, Durrell o la Gréco, no era nadie para él. ¡Qué equivocado estaba! Cossery es dinamita intelectual.
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