La raíz comercial del marketing político no es sinónimo de ofensa a la democracia. Nos encontramos ante una realidad, con una larga historia ya sobre sus espaldas, de la que podemos aprender mucho para extraer lo mejor del marketing comercial y desechar lo que contamina y ensucia el discurso electoral. La mercadotecnia política tiene vía libre para realizar estudios sobre el perfil y las necesidades de los votantes, puede servirse de un lenguaje persuasivo y construirse una imagen de marca, como ocurre en el mundo de los negocios. Lo que debe evitar es convertir al candidato en el producto mismo y no en �vendedor� de productos (propuestas). Los partidos políticos harían mal en olvidar que, cuando hablamos de marketing comercial, los consumidores pueden desechar sus productos en cualquier momento sin tener que esperar cuatro años, y que esos artículos o servicios no toman decisiones por los compradores, algo que sí ocurre en el terreno de la política. La responsabilidad, por tanto, del marketing político es muy superior a la que soporta el comercial, del que no depende la calidad de la democracia.
Sus herramientas, pues, deben ser revisadas para que, además de estar al servicio de los partidos, lo estén de los ciudadanos, algo que no siempre ocurre. Una comunicación política cívica, una comunicación pensada para el ciudadano, es el camino a seguir.
The commercial root of the political marketing is not synonymous of offense to the democracy. We are before a reality of that we can learn very much to extract the better thing of the commercial marketing and to reject what contaminates and dirties the electoral speech. The political marketing has clear track to undertake studies on the profile and the needs of the voters, can be served a persuasive language and a brand image be constructed, as it happens in the business world. What it must avoid is to turn the candidate into the product itself and not into the �seller� of products (proposals). The political parties would do badly in forgetting that, when we speak of commercial marketing, the consumers can reject its products at any time without having to wait four years, and that these articles or services do not take decisions for the buyers, anything that happens in the area of politics.
The responsibility, therefore, of political marketing, is much superior to the responsibility of the commercial marketing with regards to democracy. Its tools, so, must be checked in order that, besides being to the service of the parties, they also are of the citizens, something that not always happens. A political civic communication, a communication thought for the citizen, is the way to follow.
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