La rasagilina ha sido efectiva en las fases iniciales de la enfermedad de Parkinson y en dosis de 1 mg ha mostrado un posible efecto modificador de la progresión de la enfermedad. El correcto manejo de los fármacos dopaminérgicos ha demostrado retrasar la aparición de las fluctuaciones motoras y las discinesias en la enfermedad de Parkinson. El uso combinado de fármacos con una estimulación dopaminérgica más prolongada (rasagilina, agonistas dopaminérgicos) no sólo ejerce un beneficio al disminuir la estimulación dopaminérgica pulsátil de los receptores dopaminérgicos estriatales, sino que permite disminuir los requerimientos totales de levodopa diarios. Su adición al resto de fármacos dopaminérgicos ha demostrado ser tan eficaz como la entacapona para disminuir la frecuencia y gravedad de las fluctuaciones motoras. Asimismo, se ha observado que iniciar de manera más precoz el tratamiento con rasagilina se asocia a un retraso en la necesidad de utilizar otros fármacos dopaminérgicos, lo que indica que el efecto motor sintomático de la rasagilina se mantiene en el tiempo y no se limita a las fases iniciales de la enfermedad.
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