Autor de célebres poemas, cuentos y novelas extraños, renombradas obras de teatro y lúcidos ensayos, Virgilio Piñera (Cárdenas 1912-La Habana 1979) resulta aún hoy un escritor controvertido no suficientemente divulgado o, por lo menos, no tanto como lo merecería su vasta y rica producción literaria. En el campo cultural cubano su estética ha provocado diversas reacciones y durante años estuvo condenada al silencio aunque en la actualidad, la crítica reconoce su impronta en la generación que comienza a publicar a partir de los años ochenta. En estas páginas me interesa reflexionar sobre la travesía literaria que ofrece el cuerpo de la escritura piñeriana. Para esto me centraré en la lectura de dos cuentos que permiten rastrear cómo se hacen y deshacen las líneas que dibujan el itinerario de una estética que pone en entredicho otras escrituras mientras bordea los contornos del silencio.
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