La gota es una enfermedad metabólica consecuencia del depósito de cristales de urato monosódico1 en diversos tejidos. En presencia de hiperuricemia persistente, algunos pacientes desarrollan gota crónica, que se caracteriza por la presencia de tofos2. El tofo es una lesión subcutánea de tamaño variable, formada por un depósito de urato monosódico rodeado de células mononucleares con reacción a cuerpo extraño. Se presenta como un nódulo firme eritematoso, que puede ulcerarse y drenar un material blanquecino y pastoso compuesto por ácido úrico1,3. La localización más frecuente son las articulaciones acrales, las superficies extensoras y el hélix, y su presencia se correlaciona con el tiempo de evolución de la enfermedad, con un tratamiento inadecuado de la misma o con la severidad de la hiperuricemia3 (figs. 1 y 2). El diagnóstico diferencial incluye la enfermedad por depósito de pirofosfato cálcico (pseudogota), la calcinosis cutánea y los nódulos reumatoides o de colesterol4-7. El diagnóstico definitivo se realiza identificando cristales de ácido úrico tras biopsiar la lesión1. El tratamiento es de por vida, y sus objetivos son la prevención de futuros episodios agudos, la disolución de los tofos y evitar nuevos depósitos de cristales. Para ello, debe realizarse una dieta baja en purinas y calorías, eliminar factores predisponentes, como el alcohol o las tiazidas, y reducir los niveles de ácido úrico mediante fármacos. Agentes uricosúricos como la sulfinpirazona y el probenecid previenen su reabsorción1,3. El alopurinol actúa disminuyendo la producción de ácido úrico; el febuxostat, inhibidor selectivo no purínico de la xantina oxidasa, es...
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