Hablar de guerras, en la mayoría de los casos, es sinónimo de hablar de economía. La naturaleza de las causas que desencadenan una guerra suele apuntar a la economía como principal factor, y su desarrollo y repercusiones posteriores continúan estando marcados por las reglas de lo económico. La guerra no se improvisa, necesita una planificación milimétrica que implica gestión especializada y recursos materiales proporcionados a la voluntad de victoria. Pero aunque parezca un negocio rentable, siempre resulta ruinoso, porque constituye una fuga importante de recursos hacia la destrucción.
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