La igualdad de las culturas, lejos de desembocar en un verdadero diálogo entre culturas, genera y difunde una peligrosa tiranía de las identidades. En lugar de dar paso a una comunicación que permita la interacción, el acercamiento y el enriquecimiento mutuo de las culturas, el supuesto diálogo ha llevado a una especie de narcisismo, en el cual cada cultura se encierra en sí misma. Esté trabajo muestra que, incluso los principios de universalidad en la cultura occidental llevan en sí reivindicaciones particulares.
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