El dominio de los espacios marítimos ha garantizado la supremacía geopolítica de Occidente desde finales del siglo XV. En la actual competición global, las potencias emergentes están reforzando su poder naval al tiempo que desarrollan estrategias de proyección desde el mar.
Con motivo del décimo aniversario de los atentados de 2001 en Estados Unidos, el historiador británico Timothy Garton Ash publicó un artículo titulado "El 11-S parecerá un desvío en la historia". Según Garton Ash, durante el periodo en que EE UU � y por extensión Occidente � ha estado concentrado en protegerse de la amenaza transversal del terrorismo, así como en combatir en dos territorios comprendidos en lo que Zbigniew Brzezinski denominó "Balcanes euroasiáticos", la gran historia � aquella que se articula en torno a los Estados � ha continuado su curso.
La "incertidumbre" y la "unipolaridad" a la que hacían referencia la práctica totalidad de formulaciones estratégicas vigentes en el momento que se produjeron los atentados del 11-S han vuelto, en poco más de una década, a un esquema caracterizado por dos tendencias � "globalización" y "potencias", en este caso reemergentes � que comparten un mismo denominador: la redistribución del poder global. Por esta razón, cualquier análisis que tenga como finalidad el estudio de la realidad internacional ha de incorporar ambas referencias, y los espacios marítimos no son una excepción.
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