Una corriente de antieuropeísmo recorre Reino Unido impulsada por la crisis del euro. David Cameron quiere repatriar competencias de Bruselas y duda si convocar un referéndum sobre la Unión Europea. La clave son los laboristas, al alza. Y son una incógnita.
El 1 de diciembre de 2012 Reino Unido despertó con el suelo electoral cambiado. Unas elecciones parciales para sustituir a un diputado en la localidad de Rotherham, cerca de Manchester, permitieron al Partido Laborista mantener su escaño, pero todo lo demás sufrió una profunda convulsión política.
El Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP, por sus siglas en inglés) � una formación populista, soberanista y antieuropea, capitaneada por el eurodiputado Nigel Farage � alcanzó la segunda posición con el 21,8 por cien de los votos. En tercera posición no aparecían todavía los dos partidos que forman la coalición de gobierno que preside David Cameron. Los conservadores quedaron quintos, con el 5,4 por cien del voto, y los liberales se quedaron en una humillante octava posición, fuera de este nuevo mapa. El "bronce" en Rotherham se lo llevó la extrema derecha del Partido Nacional Británico (BNP) que, con su discurso duro contra la inmigración, obtuvo un preocupante 8,5 por cien de los votos en esta circunscripción tradicionalmente laborista. Respect, la formación de un disidente laborista, fue la cuarta más votada.
En la misma jornada electoral, el UKIP quedó también segundo en otra elección parcial en Middlesbrough, al norte de Inglaterra, con el 11,8 por cien del voto (una subida del 8,1). Y fue la tercera fuerza, por detrás de los tories, en Croydon, cerca de Londres. En ambos lugares, los laboristas se hicieron con el escaño...
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