Una gran mayoría de la población penitenciaria presenta importantes carencias en el ámbito de las actitudes, de las emociones, de las habilidades relacionales y de valores y que en muchas ocasiones están o forman parte del origen de sus comportamientos delictivos, siguen impidiendo o dificultando la normalización de sus vidas en la prisión y posiblemente, y lo más preocupante, la futura cuando se reincorporen, de nuevo, a la sociedad.
Es por ello que, en este complejo ámbito, se parte siempre de la idea de que los internos necesitan aprovechar su instancia en prisión para intentar corregir los déficits que originaron su entrada en la misma y posibilitar la adquisición de nuevas actitudes, habilidades y valores que favorezcan una óptima reincorporación a la sociedad y tener, así, más oportunidades de no volver a delinquir. Para ello será necesario poner a su disposición programas de intervención, espacios facilitadores adecuados y sobre todo personal implicado en esta difícil pero interesante tarea.
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