La etapa de conservadurismo que atraviesa España se refleja de forma meridiana en el panorama que presenta el Museo del Prado. El Gobierno del PP, preso de su concepción mercantilista de la cultura, está transformando el Museo en una empresa. La dirección del Museo se afana en diseñar una política económica en términos de rentabilidad financiera, fomentando el uso privativo de un bien común, y alejándose cada vez más de la función social que debe cumplir una Institución como el Prado.
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