La crisis y posterior invasión de Iraq ha sacado a la luz una de las principales carencias de la Unión Europea: su falta de política exterior, de defensa y seguridad común, que da lugar a la división de la Unión en cuestiones claves para la estabilidad y la paz mundial. Si Europa quiere exportar estabilidad y democracia al resto del mundo, y aspira a convertirse en un potencia civil capaz de resistir el modelo belicista y unilateral encarnado por Estados Unidos, no puede permitirse el lujo de mantener una política exterior meramente declarativa, donde la voluntad política para actuar se encuentre ausente.
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