En los años noventa se introdujo el criterio del "aumento del valor de la acción" como elemento de gestión empresarial, facilitando un tipo de contabilidad controlada por los gestores de las compañías, que hacen de estos el verdadero núcleo duro dirigente de las mismas. En sus manos queda el control absoluto de los beneficios, que en vez de repartirse anualmente entre los accionistas, se utilizan para engrosar las reservas de las compañias. Esta era la teoría predominante, hasta que escándalos como el de Enron o Adelphia ha demostrado la fragilidad de un sistema que se presta a la "contabilidad creativa" y facilita la estafa al pequeño accionariado, que no cuenta con la información suficiente para proteger sus inversiones.
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