Bush y Aznar mantienen una serie de estrategias aparentes que no se corresponden con los objetivos reales que persiguen. Los dos han hecho de la lucha contra el terrorismo el eje central de su estrategia de Gobierno, pero ello sólo es un señuelo para ocultar lo que verdaderamente persiguen: Bush tiene el ojo puesto en imponer una hegemonía imperial que permita controlar las reservas de petróleo y de paso aislar a China; y Aznar pretende monopolizar la lucha antiterrorista para intentar ganar votos y perpetuarse en el poder, ocultando otros problemas más acuciantes como el paro, la crisis del "Prestige", el empleo precario, o las consecuencias del "Decretazo".
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