Los Estados débiles se han convertido en una fuente de inestabilidad internacional. El colapso interior, las guerras y los conflictos permanentes, las hambrunas, las desigualdades crecientes que padecen sus ciudadanos y la falta de la más mínima seguridad y estabilidad tanto jurídica como política, terminan por salpicar de una y otra forma el sistema de relaciones internacionales.
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