Una de las consecuencias de la guerra contra Filipinas fue el abandono de miles de antiguos colonos españoles (soldados, funcionarios, sacerdotes, etc.) en las islas. Por una parte se encontraban desamparados por del Gobierno español, que emprendió acciones de rescate muy tarde, y por otra eran repudiados por los propios filipinos que veían en ellos a sus antiguos opresores. Las cláusulas exigidas para su repatriación eran muy duras y también lentas y, aunque algunos pudieron escapar, la mayor parte de los prisioneros no fueron repatriados hasta 1900.
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