La escasez de recursos ha supuesto una vuelta a la realidad de que la persona se desarrolla en grupo y necesita el apoyo de la unidad familiar como solución al pesimismo que ha provocado la crisis. A su vez, la falta de liquidez obliga al individualismo exacerbado y la "sociedad del AVE", que exige tenerlo todo y ya, a dejar paso a una nueva cultura del esfuerzo.
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