El liberalismo doctrinario es hoy una inmensa columna de humo con la que se trata de ocultar el intervencionismo de los gobiernos a favor de los poderosos. Tanto el comercio nacional como el internacional se basan en una práctica de auténtica corrupción de las leyes de la competencia, funcionando un "capitalismo de amiguetes" que une la información privilegiada a los fraudes contables y a las connivencias con todo tipo de agencias gubernamentales o internacionales.
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