La vida social está cada vez más marcada por la impronta de lo económico, hasta el punto de que la política se aparta de la ética y se interpreta de una forma utilitarista que neutraliza los valores morales de la libertad y justicia. Para frenar la deriva utilitarista que impregna tanto la economía como la política hace falta revitalizar una teoría ética de las instituciones públicas y privadas.
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