Dos rasgos se dejan ver en la política fiscal del PP: en primer lugar, una actitud conducente de manera persistente y continuada a la pérdida de moderación. En segundo lugar, un inequívoco propósito de favorecer a los contribuyentes mejor situados. Cuando digo esto, he de señalar que no me estoy refiriendo a un grupo mayoritario de ciudadanos que socialmente se admite que viven bien. Dentro de estos, me estoy refiriendo a aquellos que con claridad pueden considerarse como ricos, en el sentido más auténtico de la expresión.
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