El concepto de Ciudadanía Europea, que nació en 1992 con el Tratado de Maastricht, no ha evolucionado en estos diez años. Los recelos nacionalistas de los Estados miembros de la Unión han provocado que, en los sucesivos Tratados, la Ciudadanía Europea se reconozca como complementaria y no sustitutiva de la ciudadanía nacional.
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