Rudy Fernández vive días de desesperación en Portland. No es feliz en el equipo de Oregón, porque añora a su familia y a sus amigos. Se siente solo y abandonado ante la voluntad de un entrenador que le obliga a hacer cosas que no le gustan sobre la cancha. Y lo peor de todo: parece haber perdido la ilusión que un día le generó la mejor liga del mundo.
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