La promoción de la incorporación de la participación ciudadana en las políticas públicas parte, en muchos casos, de un argumento basado en una metáfora espacial según la cual el propósito sería �acercar� el Estado a los ciudadanos. El artículo discute la utilidad de tal metáfora, puesto que la misma conduce a un análisis normativo o evaluativo que impide una comprensión del modo en que la participación modifica el vínculo establecido entre las instituciones públicas y los ciudadanos. A partir del caso de la ciudad de Buenos Aires, se analiza el distanciamiento no como metáfora sino como mito, así como la inclusión de la participación como una práctica tendiente a desmitificar el gobierno.
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