Desde el siglo XVIII y significativamente por su participación en las guerras napoleónicas, Rusia ha venido desempañando un papel muy activo en la historia europea y universal. Y en contra de las predicciones marxistas iniciales - que en vez de un proletariado industrial suficientemente fuerte veían un vasto campesinado-, el Imperio de los Zares se convirtió en el primer país en instaurar el sistema de inspiración comunista tras la revolución bolchevique de 1917, con un proceso de planificación central lleno de dificultades. Y que no obstante algunos grandes éxitos políticos (la derrota de la Alemania nazi en 1945) e incluso tecnológicos (el Sputnik en la primera fase de la carrera espacial), se desintegró en 1991, con la fragmentación de la URSS. Siguió un largo pe-riodo de transición de Rusia hacia el sistema de economía de mercado; que sólo en la segunda década del siglo XXI está comenzando a superarse, aunque todavía con muchas incertidumbres políticas. Y con una estructura económica de país eminentemente exportador de energía y materias primas, y no de alta tecnología, al modo de EEUU y como también sucede ya con China.
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