Las elecciones autonómicas del 25 de noviembre en Cataluña van a suponer un órdago en toda regla al concepto de España, como nación y como proyecto colectivo. El choque de trenes entre el nacionalismo español y el nacionalismo catalán está servido y no parece que nadie vaya a apartarse, como en el famoso juego del "gallina" (en el que dos coches circulan a toda velocidad frente a frente y pierde quien primero gira el volante). Sobre todo si nos atenemos a un previsible mapa electoral con mayoría absoluta de Convergència i Unió (CiU), una debacle histórica del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) y un segundo puesto para el Partido Popular (PP).
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