Corrían los años de vacas gordas, con abundante dinero barato y un suelo recién liberalizado, cuando Francisco Álvarez Cascos dio el pistoletazo a los proyectos faraónicos que han marcado después el desplome de la economía española. El por entonces ministro de Fomento, de la mano de las principales constructoras y concesionarias españolas, se lanzó a multiplicar la red de autopistas de peaje con evaluaciones sobre su coste y su rentabilidad que han resultado fallidas. Menos de una década después, acumulan una deuda de 3.000 millones de euros, mientras la actual responsable de la cartera, Ana Pastor, intenta evitar su nacionalización.
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