Los cinco años transcurridos desde el inicio de la crisis financiera internacional en el año 2007 han provocado la que, probablemente, sea una de las mayores reestructuraciones del sector bancario realizadas hasta la fecha, tanto en su perspectiva global como en su dimensión doméstica en España. Las entidades de crédito de la Economía Social, cajas de ahorros y cooperativas de crédito, han protagonizado un extraordinario proceso de concentración. Las primeras han sufrido, además, una radical transformación que ha modificado su configuración y naturaleza societaria �mediante la conversión de muchas en bancos- y, consiguientemente, su modelo de negocio y sentido finalista. Desde otra perspectiva, la crisis ha revelado la insuficiencia de las entidades financieras para el ejercicio de su principal misión como entidades suministradoras de crédito. Su amenazada o difícil solvencia, la necesidad de implantar un exigente control del riesgo y las elevadas tasas de morosidad han llevado a una restricción sin precedentes de la actividad crediticia que ha terminado por estrangular a una gran parte de la economía real o productiva. Las tres reformas financieras aprobadas hasta agosto de 2012 han generado cierto �descrédito� entre la sociedad por su elevado coste directo e indirecto que se unen al �descrédito� por las restricciones crediticias que la situación del sector y las reformas han impuesto.
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