A pesar de los problemas que significa encuadrar un movimiento tan heterogéneo como el 15 M, su presencia trae aires nuevos a la política española. Asambleas, comisiones, debates, participación, diálogo y sobre todo un lenguaje propio. Aunque si sólo fuese por eso, deberíamos darle la bienvenida. Pero sobre todo, sus miembros han tendio la virtud de resucitar el sentido ético de la política. Rescatarla de las garras del mercado y devolverle la centralidad, que nunca debió perder en favor del poder económico.
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