En 2016, Río de Janeiro albergará los Juegos Olímpicos. Y dos años antes, doce ciudades brasileñas serán sedes de la copa Mundial de Fútbol. Ambos megaeventos deportivos internacionales generan inversiones masivas que permiten al país anfitrión soñar con un desarrollo económico y en su definitiva consagración en la élite de las potencias mundiales. ¿Pero a quién benficiarán ambos eventos? Las inversiones inmobiliarias se disparan y todo indica que apuntan a generar inmensas ganancias y no a resolver problemas centrales de infraestructura para amplias franjas de la población.
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