Es evidente que, hablando de educación integral, la competencia-inteligencia espiritual no puede ser considerada como una más, sino como la que articula todas las demás. El ser humano, espiritual por naturaleza, debe aprender a cultivar esta dimensión por ser esencial en la búsqueda de sentido para su vida. De aquí se desprende la clarificación de conceptos como espiritualidad, religiosidad y confesionalidad, complementarios, pero distintos. Esta tarea es sinfónica.
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