El poeta polaco Adam Zagajewski se acerca en este texto hermoso y amargo a un tiempo a la figura de Bruno Schulz (Drohobycz, 1892-1942), personaje imprescindible de la vanguardia polaca de entreguerras. Sus escritos de ficción y sus dibujos y grabados componen una obra marcada por el erotismo y por cierto misticismo de ascendencia simbolista, que quedó truncada por su trágico asesinato en el gueto de Drohobycz.
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