La tendencia a crear productos turísticos especializados en esta última década está siendo recogida por numerosos espacios rurales españoles a través de proyectos vinculados al enoturismo, al turismo gastronómico o de salud. Constituyen nuevas expectativas de negocios no centradas exclusivamente en la oferta de alojamiento y una excelente forma de diversificación económica de sus territorios.
El turismo enológico, integrante reciente de la oferta turística cultural de nuestro país, nos acerca a la historia y tradiciones de muchos de estos pueblos, comarcas y regiones productoras de vinos. Según la Carta Europea del Enoturismo, este comprende el desarrollo de las actividades turísticas, de ocio y tiempo libre dedicadas al descubrimiento y disfrute cultural y enológico de la viña, el vino y su territorio. El producto enoturístico, por su parte, consiste en la integración bajo un mismo concepto temático de los recursos y servicios turísticos de interés, consolidados o potenciales, de una zona vitivinícola. Si bien su implantación territorial puede suponer un difícil reto, su éxito puede favorecer la valorización del patrimonio cultural y el desarrollo local vinculado a la evolución de este sector.
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